Título : | La escuela en el discurso crítico de la sospecha | Tipo de documento: | texto impreso | Autores: | Joni Ramón Ocaño, Autor | Mención de edición: | 1ª ed | Fecha de publicación: | 2018 | Número de páginas: | 209 p | ISBN/ISSN/DL: | 978-9974-918900-- | Nota general: | Edición del autor | Idioma : | Español (spa) | Clasificación: | [Palabras claves]EDUCACIÓN [Palabras claves]FILOSOFÍA DE LA EDUCACION
| Resumen: | El autor traza un itinerario que marca un recorrido por algunas de las formulaciones más típicas de lo que podríamos denominar “la tradición anticapitalista del pensamiento crítico contemporáneo” y de las formas de entender la escuela desde cada una de ellas. En ese esquema ofrece una selección de lo que él considera las expresiones más pertinentes de la crítica inspirada en los llamados “maestros de la sospecha”: Marx, Freud y Nietzsche.
Estos pensadores, que inspiran las principales expresiones del pensamiento crítico contemporáneo según Ocaño, nos llevan a un nivel en el que, superando la sospecha sobre las cosas (que habíamos aprendido de Descartes), alcanza a aquello que aún se mantenía incuestionable: la conciencia. Ese es precisamente el leitmotiv del libro aquí reseñado. El autor reconoce que la conciencia “desde Descartes, Kant y Hegel es el elemento clave de interpretación del hombre y de toda subjetividad política moderna”, pero que en el marco filosófico inspirado en los citados maestros de la sospecha pierde su soberanía en el mundo.
Sin embargo, aunque la conciencia puede ser configurada o afectada externamente por distorsiones cuyo origen está en los eventos o experiencias con/en el mundo, ella es la clave del poder moderno y, consecuentemente, de la lucha por la emancipación. En la modernidad es precisamente la conciencia ilustrada un prerrequisito para la libertad y el gran motivo de la lucha a ser librada. Allí la escuela tiene mucho por decir y el autor revisa algunas expresiones de la pedagogía desde ese marco crítico en el que la educación se inscribe en la misma lucha política que adopta la forma de crítica ideológica.
Este es el primer escenario de los cuatro que define a modo de escalas en un viaje que comienza a finales del siglo XIX con el predominio de Marx en el pensamiento crítico y desde donde se concibe una escuela inequívocamente condicionada por las estructuras, pero con un inmenso potencial de contribuir a la transformación del hombre y de la sociedad.
El segundo escenario propuesto lo ubica en la década de los 40 del siglo XX con la irrupción del neomarxismo de la Escuela de Frankfurt en el que se incorporan las tesis freudianas y que, según el autor, supone ciertos desplazamientos conceptuales que indican un alejamiento de algunos conceptos centrales del marxismo clásico. El consabido “giro a la superestructura” en los análisis de la Teoría Crítica frankfurteana ha sido el punto de partida para otros desplazamientos conceptuales como el de la reconceptualización del papel histórico del proletariado, la revalorización del papel del intelectual y, principalmente, la sustitución del problema de la ideología por una especie de “equivalente funcional” que es el problema de la racionalización. Aunque no se abandona la noción de ideología ni la forma de entender su funcionamiento en las sociedades contemporáneas, se opera un desplazamiento en el que estas nociones parecen subordinarse a las cuestiones de racionalidad.
Adorno y Habermas son los elegidos por el autor para introducirnos en la comprensión de este pensamiento y de sus repercusiones en la educación. En ese nuevo marco filosófico la escuela es concebida aún como una esfera de posibilidades desde donde formar al ciudadano crítico. La lucha emancipadora parece tomar otros rumbos -ya que el énfasis parece puesto en la crítica de la racionalidad-, pero aún se mantiene en la esfera de la conciencia.
En el tercer escenario propuesto (ubicado en los años 60 y 70 de ese mismo siglo) el estructuralismo reproductivista se suma a la diversidad y enriquecimiento de la crítica. Desde esa perspectiva se genera una visión pesimista de las posibilidades de la acción escolar en la que ya no se puede concebir ninguna lucha con éxito desde allí. La ideología sigue siendo tema de análisis, especialmente en los aportes de Althusser, pero ya no se la concibe en el marco del humanismo crítico original. La eficacia del engaño ideológico, para esta perspectiva, ya no opera en el plano de la conciencia sino en el de las prácticas objetivas donde a menudo se contradice las determinaciones de aquélla.
Según el autor desde aquí es imposible la formulación de cualquier pedagogía. La escuela, que es abordada en términos de sus determinaciones estructurales, solo puede inscribirse en los procesos de reproducción de la estructura social atendiendo a las demandas del captalismo. Ofrece una introducción a las tesis de Althusser, Bowles y Gintis, Bourdieu y Passeron y Baudelot y Establet sobre estos asuntos.
El cuarto escenario lo define en los años 80 y 90, aún en el siglo XX, cuando el posestructuralismo, la crítica genealógica y el pensamiento posmoderno representan un alejamiento definitivo del marxismo. Si en las expresiones anteriores aún podíamos encontrar vestigios de Marx y Freud, aquí el único maestro de la sospecha sobreviviente en la crítica al sistema parece haber sido Nietzsche. En ese marco la escuela es arrinconada a la sórdida función de ser un espacio de encierro, de disciplinamiento y normalización. Ideología es un concepto que ya no resulta funcional a este esquema analítico y por lo tanto es abandonado y sustituido por el de poder.
Foucault y Deleuze son las figuras destacadas por Ocaño, aunque inmediatamente integra también lo que en su opinión son versiones neoconservadoras en los análisis de Derrida y Vattimo.
Por último, en ese mismo escenario, visualiza la irrupción de algunas expresiones de la crítica que denomina “la nueva crítica” en la que integra el posmarxismo de Laclau y los análisis de autores como Badiou, Žižek y Sloterdijk.
Si la escuela tiene mucho que decir en un escenario moderno de lucha ideológica, se pregunta el autor: “¿qué puede decir en escenarios en el que la “falsa conciencia ilustrada” -una “conciencia cínicamente lúcida” que es la expresión de una radical ironización de la ética y de las conveniencias sociales- echa por tierra toda esa tradición ilustrada moderna (incluidos los maestros de la sospecha)?”
Estas nuevas expresiones, en general, al tiempo que articulan una sólida oposición al neoconservadurismo posmoderno, proponen un regreso a Marx y Lacan en el que se retoman ciertas nociones marxistas abandonadas por el pensamiento posmoderno. Se aventura a proponer que desde este nuevo enfoque crítico es posible la revalorización de la escuela en tanto bastión de la lucha por el significado, en oposición al relativismo semántico derivado de un supuesto escenario posideológico. La revalorización del espacio escolar como bastión del significado implica considerarlo capaz por eso de restaurar la emergencia de un nuevo sujeto político en el que conceptos como conciencia e ideología recobran un papel central. |
La escuela en el discurso crítico de la sospecha [texto impreso] / Joni Ramón Ocaño, Autor . - 1ª ed . - 2018 . - 209 p. ISBN : 978-9974-918900-- Edición del autor Idioma : Español ( spa) Clasificación: | [Palabras claves]EDUCACIÓN [Palabras claves]FILOSOFÍA DE LA EDUCACION
| Resumen: | El autor traza un itinerario que marca un recorrido por algunas de las formulaciones más típicas de lo que podríamos denominar “la tradición anticapitalista del pensamiento crítico contemporáneo” y de las formas de entender la escuela desde cada una de ellas. En ese esquema ofrece una selección de lo que él considera las expresiones más pertinentes de la crítica inspirada en los llamados “maestros de la sospecha”: Marx, Freud y Nietzsche.
Estos pensadores, que inspiran las principales expresiones del pensamiento crítico contemporáneo según Ocaño, nos llevan a un nivel en el que, superando la sospecha sobre las cosas (que habíamos aprendido de Descartes), alcanza a aquello que aún se mantenía incuestionable: la conciencia. Ese es precisamente el leitmotiv del libro aquí reseñado. El autor reconoce que la conciencia “desde Descartes, Kant y Hegel es el elemento clave de interpretación del hombre y de toda subjetividad política moderna”, pero que en el marco filosófico inspirado en los citados maestros de la sospecha pierde su soberanía en el mundo.
Sin embargo, aunque la conciencia puede ser configurada o afectada externamente por distorsiones cuyo origen está en los eventos o experiencias con/en el mundo, ella es la clave del poder moderno y, consecuentemente, de la lucha por la emancipación. En la modernidad es precisamente la conciencia ilustrada un prerrequisito para la libertad y el gran motivo de la lucha a ser librada. Allí la escuela tiene mucho por decir y el autor revisa algunas expresiones de la pedagogía desde ese marco crítico en el que la educación se inscribe en la misma lucha política que adopta la forma de crítica ideológica.
Este es el primer escenario de los cuatro que define a modo de escalas en un viaje que comienza a finales del siglo XIX con el predominio de Marx en el pensamiento crítico y desde donde se concibe una escuela inequívocamente condicionada por las estructuras, pero con un inmenso potencial de contribuir a la transformación del hombre y de la sociedad.
El segundo escenario propuesto lo ubica en la década de los 40 del siglo XX con la irrupción del neomarxismo de la Escuela de Frankfurt en el que se incorporan las tesis freudianas y que, según el autor, supone ciertos desplazamientos conceptuales que indican un alejamiento de algunos conceptos centrales del marxismo clásico. El consabido “giro a la superestructura” en los análisis de la Teoría Crítica frankfurteana ha sido el punto de partida para otros desplazamientos conceptuales como el de la reconceptualización del papel histórico del proletariado, la revalorización del papel del intelectual y, principalmente, la sustitución del problema de la ideología por una especie de “equivalente funcional” que es el problema de la racionalización. Aunque no se abandona la noción de ideología ni la forma de entender su funcionamiento en las sociedades contemporáneas, se opera un desplazamiento en el que estas nociones parecen subordinarse a las cuestiones de racionalidad.
Adorno y Habermas son los elegidos por el autor para introducirnos en la comprensión de este pensamiento y de sus repercusiones en la educación. En ese nuevo marco filosófico la escuela es concebida aún como una esfera de posibilidades desde donde formar al ciudadano crítico. La lucha emancipadora parece tomar otros rumbos -ya que el énfasis parece puesto en la crítica de la racionalidad-, pero aún se mantiene en la esfera de la conciencia.
En el tercer escenario propuesto (ubicado en los años 60 y 70 de ese mismo siglo) el estructuralismo reproductivista se suma a la diversidad y enriquecimiento de la crítica. Desde esa perspectiva se genera una visión pesimista de las posibilidades de la acción escolar en la que ya no se puede concebir ninguna lucha con éxito desde allí. La ideología sigue siendo tema de análisis, especialmente en los aportes de Althusser, pero ya no se la concibe en el marco del humanismo crítico original. La eficacia del engaño ideológico, para esta perspectiva, ya no opera en el plano de la conciencia sino en el de las prácticas objetivas donde a menudo se contradice las determinaciones de aquélla.
Según el autor desde aquí es imposible la formulación de cualquier pedagogía. La escuela, que es abordada en términos de sus determinaciones estructurales, solo puede inscribirse en los procesos de reproducción de la estructura social atendiendo a las demandas del captalismo. Ofrece una introducción a las tesis de Althusser, Bowles y Gintis, Bourdieu y Passeron y Baudelot y Establet sobre estos asuntos.
El cuarto escenario lo define en los años 80 y 90, aún en el siglo XX, cuando el posestructuralismo, la crítica genealógica y el pensamiento posmoderno representan un alejamiento definitivo del marxismo. Si en las expresiones anteriores aún podíamos encontrar vestigios de Marx y Freud, aquí el único maestro de la sospecha sobreviviente en la crítica al sistema parece haber sido Nietzsche. En ese marco la escuela es arrinconada a la sórdida función de ser un espacio de encierro, de disciplinamiento y normalización. Ideología es un concepto que ya no resulta funcional a este esquema analítico y por lo tanto es abandonado y sustituido por el de poder.
Foucault y Deleuze son las figuras destacadas por Ocaño, aunque inmediatamente integra también lo que en su opinión son versiones neoconservadoras en los análisis de Derrida y Vattimo.
Por último, en ese mismo escenario, visualiza la irrupción de algunas expresiones de la crítica que denomina “la nueva crítica” en la que integra el posmarxismo de Laclau y los análisis de autores como Badiou, Žižek y Sloterdijk.
Si la escuela tiene mucho que decir en un escenario moderno de lucha ideológica, se pregunta el autor: “¿qué puede decir en escenarios en el que la “falsa conciencia ilustrada” -una “conciencia cínicamente lúcida” que es la expresión de una radical ironización de la ética y de las conveniencias sociales- echa por tierra toda esa tradición ilustrada moderna (incluidos los maestros de la sospecha)?”
Estas nuevas expresiones, en general, al tiempo que articulan una sólida oposición al neoconservadurismo posmoderno, proponen un regreso a Marx y Lacan en el que se retoman ciertas nociones marxistas abandonadas por el pensamiento posmoderno. Se aventura a proponer que desde este nuevo enfoque crítico es posible la revalorización de la escuela en tanto bastión de la lucha por el significado, en oposición al relativismo semántico derivado de un supuesto escenario posideológico. La revalorización del espacio escolar como bastión del significado implica considerarlo capaz por eso de restaurar la emergencia de un nuevo sujeto político en el que conceptos como conciencia e ideología recobran un papel central. |
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